Fragmentos de un monje Aprendiz constructor
Entraron a trabajar dos Aprendices, un ayudante Compañero y un Maestro para consolidar los contrafuertes de la Iglesia de Santa María que los tenía muy deteriorados, y mi Maestro Tioda me ordenó dejar mis obligaciones y servir a esta cuadrilla poniendo énfasis en que debía observar todo cuanto hacían con la máxima atención.
Ya llevo una semana con ellos y siempre es el mismo proceso… cuando llegan las piedras de la cantera el primero que escoge las que más le conviene es el Maestro de Contrafuertes. Este selecciona las piedras por su tamaño, granulación y color. Las mide y a continuación las marca dando a los Aprendices las caras a desbastar y señalizando con tiza los sitios donde no podemos pasar. Son los Ayudantes Compañeros los que se encargan de hacer las esquinas y las escuadras dejando las caras exteriores más pulidas. Seguidamente el Maestro vuelve a medir la piedra ya hecha y le pone un número o una marca con flecha hacia arriba o hacia abajo. Cuando hay cuatro o cinco preparadas se suben al andamiaje de cañas y son los Compañeros los que las colocan, y el Maestro, después de verificar que están bien colocadas y asentadas, les pone su marca.
La maza y el puntero son las herramientas de los Aprendices y yo me divierto mucho cuando tengo que trabajar una cara pues ya le cogí el tranquillo a la inclinación del puntero y la fuerza que tengo que dar para que una esquirla salte. Lo más difícil es utilizar la regla y usarla en diagonal, pero eso se lo dejo a los Aprendices que llevan más tiempo y me ayudan . Me dicen las zonas donde tengo que seguir desbastando.
La utilización del Escantillón fue para mí un descubrimiento. Es una plantilla de madera que sirve como medida para cortar la piedra en varios pedazos de igual dimensión y forma. Hay que contar con las vetas y su dirección, no todas las piedras sirven. El caso es que pasado este tiempo no me parece que haya aprendido casi nada y mi Maestro Tioda afirma todo lo contrario, que estoy aprendiendo mucho.