SÍNTESIS DEL TRABAJO EN LOGIA DEL TEMA SOCIAL ANUAL DE TRABAJO PARA TODAS LAS LOGIAS DE LA CONFEDERACIÓN INTERNACIONAL DE LOGIAS ESCOCESAS.
El debate en las columnas de El Trabayu en torno a la inteligencia artificial, ha arrojado intervenciones desde diversas perspectivas. Desde la didáctica, el análisis social, pasando por reflexiones personales y llegando a introducirse en tenida como autora de uno de los textos presentados en el curso. A modo de experimento, un par de hermanos trasladaron un trabajo sobre simbolismo elaborado con chat gpt.
Puesto que la mayoría somos profanos en este asunto, recogeremos la definición de inteligencia artificial. Se trata de un campo de la informática que se dedica al desarrollo de agentes inteligentes. Es decir, sistemas que pueden percibir su entorno y tomar acciones para alcanzar sus objetivos. Se basa en la idea de que es posible crear máquinas que puedan pensar y actuar de forma inteligente, similar a los seres humanos.
La inteligencia artificial engloba un conjunto de técnicas, como las redes neuronales, para aprender y generar comportamientos inteligentes en procesos informáticos, inspirados en cómo los realizaría el cerebro humano: recibiendo, procesando, transmitiendo información, pero también aprendiendo, planificando y resolviendo problemas de forma creativa.
La evolución de estas redes se suele dividir en tres etapas: una primera entre los años 40 y 70, donde se comienzan a desarrollar los primeros modelos. Una segunda etapa en la década de los 80 en la que se introduce la retroalimentación y comienzan a entrenar las redes, pero que encuentra su tope en la capacidad de cómputo de los procesadores existentes en ese momento. Esta limitación se rompe en torno a 2006, tercera etapa, con la evolución de las GPUs que permiten a su vez entrenar cientos de redes neuronales jerárquicas y potenciar su desarrollo hasta el momento actual, donde nuevas herramientas han puesto en primera línea de actualidad una tecnología que lleva 80 años desarrollándose, hasta el punto de fijarse como tema de trabajo en nuestras logias contemporáneas y situarlo frente a la creatividad y pensamiento humano.
¿A qué tipo de inteligencia nos referimos cuando hablamos de inteligencia artificial? La inteligencia es una capacidad que la comunidad científica niega como exclusiva de los seres humanos. Además, en el presente, cada vez es más patente que tampoco lo es de los seres vivos. Esta capacidad, se subdivide en doce tipos. Algunos de ellos también pueden ser observados en otras especies; como la inteligencia espacial, la cinético-corporal o la colaborativa. Otros tipos, pueden encontrarse en las llamadas inteligencias artificiales: la inteligencia lingüístico-verbal, la lógico-matemática o la musical. En cambio, las inteligencias interpersonal, intrapersonal o existencial, son tipos de inteligencias humanas. Especial relevancia tiene para nosotros como Masones, uno de estos tipos exclusivamente humanos. Se trata de la inteligencia existencia. Mientras algunos individuos viven sin dedicarle tiempo al motivo de las cosas, las personas con alta inteligencia existencial tienden a meditar sobre su existencia. Este tipo de pensamientos pueden incluir el sentido de la vida y la muerte. La inteligencia existencial es conocida como la novena inteligencia múltiple en la teoría de Howard Gardner y éste la define como: “la capacidad para situarse a sí mismo con respecto al cosmos y respecto a los rasgos existenciales de la condición humana, como es el significado de la vida y de la muerte, el destino final del mundo físico y psicológico en profundas experiencias como el amor a otra persona”. La búsqueda de sentido, el autoconocimiento, poseer una propia escala de valores, el gozo estético o el sentido de misterio son algunas de las manifestaciones de este tipo de inteligencia, que puede cultivarse con la práctica de la meditación, la contemplación o el ejercicio de filosofar y dialogar. En definitiva, cuestiones bastante análogas a lo que practicamos en las Logias.
Las tres palabras clave del enunciado propuesto son inteligencia, pensamiento humano y creatividad. Ésta última, es un proceso complejo que implica la combinación de diferentes habilidades y conocimientos, tales como la imaginación, el pensamiento divergente, la resolución de problemas y la toma de riesgos y se manifiesta a través de disciplinas como el arte, la música, la literatura, la ciencia o la tecnología.
Tanto la creatividad como el pensamiento humano, requieren la capacidad de pensar de forma divergente y flexible para generar nuevas ideas y perspectivas, adaptándose a situaciones y circunstancias cambiantes, constituyendo dos caras de la misma moneda. Son dos capacidades esenciales para el ser humano, que nos permiten comprender el mundo que nos rodea además de crear, innovar y evolucionar como especie.
Como cualquier creación humana, como cualquier otra herramienta, existe la posibilidad de darle un buen o mal uso. Si existe un problema, éste no está en la herramienta en sí, sino que reside en el uso que hacemos de ella.
¿Podría la inteligencia artificial acabar con la creatividad y el pensamiento humano? Mayoritariamente entendemos que no. ¿Podría la inteligencia artificial afectar a los valores de libertad, igualdad, fraternidad y laicidad que promulga la Masonería? Sí; tanto a favor, como en contra. Una vez más, dependiendo de la intencionalidad.
No obstante, es innegable que, frente a todos los datos al alcance, las IA generan suspicacias en una parte de la población, despertando miedos metafísicos. Y como muestra social de la sociedad que constituye nuestra propia Logia, en el Trabayu no constituimos una excepción. Algunos Hermanos han manifestado sus reticencias e incidido en lo que nos separa a los humanos de estas tecnologías; el hecho de que una máquina puede tan sólo llegar a imitar. Y es que, aunque seguramente improbable, la posibilidad de adquisición de determinadas cualidades humanas, activa en los individuos un miedo fácilmente explotable en la industria del entretenimiento, la cual es un reflejo de nuestra cultura occidental.
La ficción creada en torno a la teoría de que las IA puedan ser nuestras aliadas, es residual. Aunque existen contrapuntos, como el caso de la serie El coche fantástico en el que un automóvil inteligente y autosuficiente toma sus propias decisiones, incluso contraviniendo la opinión de su conductor si ello le preserva de situaciones de peligro.
La mera visión de un coche inteligente provisto de esta capacidad, que casi que podríamos calificar de voluntad de protección, supone un contrapunto a la mayoritaria percepción cinematográfica y también literaria acerca de la tecnología. A lo largo de los episodios se desvelaba cómo otros automóviles inteligentes mostraban intenciones menos amistosas, como es el caso del camión pilotado por el antagonista humano, el cual se mimetizaba con la personalidad de su conductor y también el del prototipo original de coche inteligente, objeto de un error de programación que lo hacía inestable y potencialmente peligroso debido a su directiva primaria de auto preservación.
En esos ejemplos, aunque ficticios, el peligro no reside en la inteligencia artificial en sí misma; sino en el propio ser humano. Un error de programación, un error humano, tiene también consecuencias devastadoras en la película M3GAN. Un mal uso de estas tecnologías, un mal uso por parte de las personas, ha sido ampliamente explorado en diversos capítulos de Black Mirror. El peligro, claramente reside en su diseño y en los usos para los que sean concebidas y empleadas. Sin olvidar, que aquellos aspectos negativos que tememos encontrar en estas tecnologías son un reflejo de nosotros mismos, sus programadores. No obstante, es una evidencia que no toda inteligencia artificial presenta el sesgo de sus desarrolladores.
Por tanto, ¿constituye la inteligencia artificial un peligro para el futuro de la humanidad? Es un interrogante ambicioso sobre el que, probablemente y en el momento actual, sólo podamos especular o matizar el sentido de esta duda y asistir a las manifestaciones públicas que algunos expertos ya están vertiendo.
Lo que sí podemos afirmar es que la IA plantea retos: su desarrollo paralelo al respeto de los derechos y valores humanos, una política de responsabilidad y transparencia necesaria para su uso y divulgación y una gestión de su alto coste medioambiental. Además de su regulación en campos como el mundo académico o el de la producción literaria.
En algunos aspectos, la inteligencia artificial supera las capacidades humanas y suple nuestras carencias. No en vano, campos como la bioética ya trabajan en el empleo de IA bajo parámetros éticos. Esto deriva en condicionales como el que, si las inteligencias artificiales pudiesen adoptar características humanas como la conciencia, pudiese llevarnos a un escenario en el que llegasen a ser consideradas algo análogo a un ser vivo.
La inteligencia artificial no deja de ser una herramienta al servicio de la inteligencia o estupidez humana. Somos de una inteligencia tan necia, que no podemos aceptar ser sobrepasados, ni por otros individuos ni por ningún organismo artificial. Y si somos conscientes de su superioridad, no nos queda otro remedio que buscarle algún defecto y si no lo hallamos, pues lo inventamos, porque tal cosa no puede ser buena. Somos de una inteligencia tan imperfecta, que tememos que el problema es que el navegador del coche del futuro inminente, casi presente, recopile datos durante la conducción y la interacción con sus ocupantes, no que las grandes corporaciones hagan acopio masivo de datos de consumo y hábitos a través de simples y aparentemente inofensivas tarjetas de fidelización y aplicaciones de comercios.
Aceptamos términos y condiciones que no leemos, pero recelamos si debemos presentar el DNI para acceder a establecimientos. Tal vez el foco deba ser puesto en si el ser humano no será, en realidad, artificialmente inteligente. ¿Somos artificialmente inteligentes? Dejamos abierto este interrogante y en su lugar añadiremos el hecho probado de que no necesitamos ninguna IA para destruirnos.