El pasado curso masónico, en la Confederación Internacional de Logias Escocesas, nos hacíamos esta pregunta: si la fraternidad es un elemento esencial en el camino masónico, ¿por qué es incomprendida por tantos Hermanos y Hermanas? ¿Cómo podemos volver a situarla en el corazón de nuestros trabajos y nuestra vida?
Fruto de la reflexión de todas las Logias que conforman nuestra Orden, son las siguientes líneas que compartimos con el lector.
Como preámbulo, esta cuestión sorprendió a los jóvenes aprendices masones: «no me reconocí en esta pregunta»; para otros, no tenía razón de ser: «¿cómo definir el valor de fraternidad de uno y de otro, es un sentimiento personal»; para los más antiguos, debe permitir hacer balance de este principio en función del tiempo que pasa.
La formulación de esta pregunta nos propone remontarnos en la historia y la evolución de la Francmasonería, pero también darnos cuenta de que esta palabra «Fraternidad», tan a menudo trivializada, parece ser inasible. Sin embargo, nos permite reflexionar, todos juntos, sobre su significado, para volver a situarla en el corazón de nuestros trabajos y de nuestras vidas.
En sus orígenes, la idea de Fraternidad se utilizaba en oposición al patriarcado y su autoridad sobre la familia ampliada sometida a esta relación. Aristóteles subrayaba que los lazos fraternales, a diferencia de los lazos familiares, nacen de objetivos compartidos entre personas iguales, como se menciona en su «Ética»: «la amistad de los hermanos se parece a la de los compañeros, porque son iguales» y esta relación igualitaria está estrechamente ligada a la democracia «la democracia se encuentra en las casas donde no hay amos».
La Fraternidad masónica tiene una historia y comprender la historia de la que somos depositarios, sabiendo de dónde venimos, permite saber tanto mejor a dónde vamos. Los textos fundacionales se remontan a 1686; la Francmasonería se instala a principios del siglo XVIII con un modelo de organización en ruptura total con la sociedad de la época, donde los hombres no se extraen de su condición de nacimiento: se nace y se muere plebeyo o noble.
Al llamarse «mi hermano» en logia, los hombres de diversas categorías sociales se encuentran en pie de igualdad, cualquiera que sea su pertenencia. Esta formidable idea es revolucionaria antes de tiempo y prefigura las revoluciones, la abolición de los privilegios y la declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. El retraso con las mujeres se recupera en 1893 con la iniciación de una mujer, Maria Deraismes. «Mi hermana», al igual que «mi hermano», nació en logia mucho antes de los derechos de igualdad entre hombres y mujeres en las sociedades de la época. El artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Están dotados de razón y conciencia y deben comportarse fraternalmente los unos con los otros», y así es como la Fraternidad es una de las palabras más antiguas de la masonería.
De nuestro lema como francmasones, recordado en cada tenida, la Fraternidad completa la tríada de la condición humana, comenzando por los derechos universalmente reconocidos, la Libertad y la Igualdad. No son solo palabras, sino pilares sobre los cuales se construye la ética masónica a pesar de nuestras diferencias. Fraternidad viene del latín «fraternitas», que subyace «una relación entre hermanos» pero también «lazos entre personas que se consideran parte de la familia humana con nuestras diferencias». Comienza su obra en el corazón de cada ser, porque sin reciprocidad, la Fraternidad no existe.
La Fraternidad no es entonces un valor, sino un principio de la Francmasonería y de la C.·.I.·..L.·.E.·., un principio fundador, «un comienzo y un mandamiento», como lo testimonia su historia que nos compromete, hombres y mujeres, como un deber y nos llama así a nunca concluir sino a permanecer siempre en «movimiento y búsqueda» de nuestro compromiso para vivirla. Acompaña nuestro camino para que el extranjero, ese otro que no me es nada, pueda, gracias a ella, continuar su camino con dignidad. La Fraternidad no es solo dar lo que uno tiene, es ante todo ofrecer lo que uno es… ¿estaría fuera de alcance? Comprendida así, es una exigencia y puede asustar.
La Francmasonería nos propone, mediante su método simbólico y su funcionamiento, abrirnos sus puertas, pero somos «nosotros» quienes entramos en la casa. Recordemos en nombre de qué dimos ese paso y por qué ese compromiso. La palabra Fraternidad puede incomodar, por lo que se prefieren términos menos idealistas, más accesibles, como camaradería, compañerismo, amistad, solidaridad… amor. Sin embargo, solo el amor no puede definir la Fraternidad. Es imposible resolver los problemas humanos simplemente con amor, porque no somos dos, sino varios. El amigo nunca es el otro, siempre es alguien, mientras que el prójimo es el primero que viene.
La Francmasonería nos propone así una visión particular de la Fraternidad, que no es un sentimiento innato. Al convertirnos por la iniciación en Hna.·. o Hno.·., es un compromiso total e ineludible que hemos prometido: es dar, recibir, intercambiar, compartir; es un vínculo que trasciende las barreras de las nacionalidades, las religiones, los estatus sociales; es un fuego que hemos encendido pero que solo crece si es alimentado. Entonces, ¿qué pasa con aquel o aquella que no está dispuesto a este intercambio?
Observamos que vivimos en tiempos poco propicios para la fraternidad, perturbados por un día a día complicado y una sociedad cada vez más individualista. Desde nuestra más temprana edad, nos colocan en una casilla, catalogados, obligados a competir y tentados por el poder, incluso en logia. Todo esto no está hecho para fomentar en uno el ser fraternal con los demás, la Fraternidad no crece si está encerrada. Nuestra implicación social, como Hna.·. o Hno.·., en la búsqueda de justicia, está bien incluida en este «espíritu fraternal». La solidaridad es el brazo armado del sentimiento fraternal, es una actitud, un «movimiento» que nos impulsa a la acción con respeto, paciencia, franqueza, incluso ternura.
Es cierto que las palabras son solo las notas, son las ideas las que hacen la melodía y nuestros actos los que dan estructura a nuestra existencia. ¿Por qué es incomprendida por las HHnas.·. y los HHnos.·.? Algunos de nosotros lo han vivido: cuando la hipocresía reemplaza la Fraternidad, es decir, cuando fingimos ser fraternales o cuando los masones no reconocen a otros masones debido a diferencias ideológicas, personales u otras, la desviación es grave y puede incluso alcanzar las instancias superiores. ¿Se puede entender que se formen clanes en las ágapes? ¿Que aparezcan inexplicables votos negros durante un paso bajo el venda o un aumento de salario? ¿Que se tramen complots para ocupar puestos cuando estamos a disposición del taller? Algunos se concentran en los aspectos rituales y simbólicos, descuidando la práctica de los principios de la Fraternidad en su vida cotidiana. Para otros, factores externos como el individualismo que prevalece actualmente en nuestras sociedades, la falta de tiempo dedicado a las actividades masónicas, contribuyen a alejar la Fraternidad de nuestro compromiso. Pero también la transferencia de un poder profano en el templo y una voluntad de poder en todos los ámbitos hacen, lamentablemente, que nuestra comunidad no sea una excepción.
Ser fraternal no es callar lo que tenemos que decir, ni tolerar comportamientos que no tienen lugar en este espacio, ni permitir actitudes que violen nuestros principios, sino trabajar en ello y hablar, escucharnos mutuamente con respeto: de lo contrario, la Fraternidad cojea. Sin embargo, todos y todas nos hemos comprometido a ejercer nuestro deber de Fraternidad, ayudando a nuestras HHnas.·. y HHnos.·.. La Fraternidad implica responsabilidad. Estar abierto al otro es estar dispuesto a escucharlo y responderle, ser responsable por el otro es estar ahí para el otro. Entonces, ¿cómo volver a situar la Fraternidad en el corazón de nuestros trabajos y de nuestra vida?
Para el aprendiz, se trata de plantearse explícitamente la pregunta: ¿logro ser fiel a lo que la Francmasonería me invita a ser y a llevar fuera del templo este sentimiento de apertura? ¿Hago el esfuerzo de acercarme a aquellos con los que menos hablo en los ágapes? Es esencial, para los miembros de la Confederación, beneficiarse y participar en las instrucciones que no se limiten a clases teóricas o discursos, sino que incluyan ejemplos vivos de nuestra vida cotidiana. Este refuerzo, a través de un seguimiento iniciático, permitiría cultivar un entorno de confianza donde cada miembro se sienta valorado y escuchado.
La puesta en práctica de la Fraternidad en nuestra vida cotidiana puede ser un desafío, ya que implica ir más allá de las diferencias personales, los prejuicios y las diferencias culturales y sociales. Proponer y recordar los principios fundamentales de la Francmasonería en nuestras discusiones en tenida, fomentar la solidaridad y el apoyo mutuo, tener proyectos y acciones filantrópicas, tener discusiones abiertas y respetuosas sobre temas importantes fortalecerá el vínculo fraternal a pesar de los conflictos potenciales en cualquier grupo humano. La educación sigue siendo un momento importante: aprender desde la infancia el respeto por la vida, el respeto por la tierra, por las culturas, aprender a escuchar a tu vecino y tratar de respetarlo, haciendo al otro lo que «te gustaría que te hicieran».
Este llamado a la acción va más allá de los muros de las logias masónicas. En un momento en que el mundo se enfrenta a desafíos sin precedentes, sociales, políticos, ecológicos y sanitarios, la Fraternidad masónica con sus ideales de Justicia y Solidaridad ofrece un camino hacia la reconciliación y la paz. Recordemos que, a pesar de nuestras diferencias, y tal vez debido a nuestras diferencias, compartimos un destino común y solo trabajando juntos, dialogando con un profundo respeto, podremos esperar construir un futuro mejor para todos y todas. Nuestra implicación social, como Hna∴ y Hno∴, está bien incluida en este vínculo que nos compromete con nosotros mismos y con los demás. Entonces, reflexionemos, hablemos, escuchemos, tratemos de entendernos, nutrámonos de estos momentos que vivimos juntos en logia para recargar nuestras baterías de fraternidad y distribuirlas en el mundo profano. Algunas de estas semillas sembradas sin duda germinarán, porque la Fraternidad, si la encontramos en este lugar, es la relación con los demás lo que nos da vida.
Hemos dicho.