Fragmentos de un monje Aprendiz constructor

Ya llega la primavera con retraso, el invierno fue muy duro y las reservas están a punto de agotarse.

Gran parte de las obras en invierno se paran y sobran cuadrillas de obreros y por estas razones mi Maestro Tioda hace tiempo que cedió la veinteava parte del presupuesto de reconstrucción de la Iglesia para comprar comida y socorrerles. Cada vez más personas se acercan a las puertas del Priorato para poder llevarse algo a la boca.

En este año del 889 de N.S. Jesucristo, Alabado Sea, se me dio por obligación, después del trabajo en la Iglesia Nueva de Santa María, atender a estos necesitados.

¿Cómo soportar las miradas, a veces angustiadas, a veces resignadas de estas gentes? Es para mí un dolor ver el orgullo herido de quienes trabajaron conmigo acercarse con sus familias y escuchar sus comentarios no faltos de enfado:

Si trabajáramos no nos hacía falta pedir.

O otra más hiriente:

Existen dos clases de personas, las que están dentro y comen y las que están fuera y piden.

Cuando la oscuridad se apodera de todo en mitad de la noche apenas puedo dormir pensando en quienes sufren estas situaciones y busco respuestas.

Tal vez se me dio esta tarea con este fin.