A todos los hermanos y hermanas francmasones. A toda la ciudadanía:
Un año más, en la víspera del 1 de mayo, desde la Logia El Trabayu queremos dirigirnos al conjunto de la sociedad para transmitir nuestra preocupación por la situación que estamos viviendo. Si hace un año, en mitad del confinamiento, hablábamos de las amenazas que la situación d’epidemia podía generar para la libertad, igualdad y fraternidad colectivas, tenemos que decir que esas amenazas, y otras nuevas, pueden vislumbrarse desde hace poco y con fuerza notable. La esperanza que abre el proceso de vacunación masiva en curso no puede tapar un previsible escenario post-covid caracterizado tanto por el deterioro económico como por, en la misma medida, social, que nos lleve a la desesperanza colectiva.
La situación que va a darse en los próximos meses cuando muchos de los negocios afectados por los cierres intermitentes motivados por la situación sanitaria acaben cerrando definitivamente, y cuando buena parte de los ERTEs pasen a ser despidos, vamos a vernos obligados, las instituciones pero también al conjunto de la sociedad, a un ejercicio de solidaridad colectiva si no queremos que las heridas sociales que provocó la COVID-19 degeneren en algo peor aún.
Asistimos a debates falsos, que desvirtúan completamente el sentido de los valores que defendemos.
LA LIBERTAD no es decidir no vacunarse mientras lo hacen los demás a ver qué pasa, porque es una irresponsabilidad y un acto de egoísmo inaceptable. Tampoco lo es pretender mantener los hábitos de ocio saltándose normas de horarios y cierres perimetrales, porque esos comportamientos provocan contagios, y los contagios muertes.
LA IGUALDAD no es pretender normas restrictivas para los demás aunque la situación sanitaria no lo haga necesario porque las tenemos nosotros en casa, porque eso no es igualdad, es envidia.
LA FRATERNIDAD no es adoptar una estrategia conjunta de acaparar vacunas para los estados de la UE, desentendiéndose del resto del planeta. No es aceptable ser fraterno con los miembros del club y dejar a los demás fuera, pero es que encima es miope: si la vacunación no es mundial, en pocos años las mutaciones del virus harán inútiles las actuales vacunaciones en el mundo desarrollado.
Asistimos este año a cosas que parecían imposibles hasta hace poco y que cuando se hicieron imprescindibles pasaron a ser una realidad, como el teletrabajo. Se vio cómo las empresas se escaqueaban hasta que no les quedó otra opción, y vemos cómo pretenden aprovechar ahora esa ventana para intensificar la explotación laboral teledirigida.
Vemos con gran preocupación cómo se difunden calumnias y falsas noticias, y cómo se multiplica su efecto no tanto porque la gente las crea sino porque sirven para confirmar prejuicios. Confundir memes con noticias, opiniones con datos, o verdades contrastadas con ocurrencias no es una muestra de la libertad de expresión, sino de una enfermedad social muy profunda y más difícil de curar que la del presente coronavirus. La ignorancia, y mucho más la ignorancia voluntaria, es mortal a largo plazo.
Resultado de la desinformación y las calumnias sumadas a la incertidumbre social y económica vemos cómo se estigmatiza a colectivos concretos, pretendiendo convertirlos en chivos expiatorios de las carencias sociales que tiene una sociedad que no se recuperó de los recortes en los servicios públicos la pasada década. Lo vemos con el caso de los menores extranjeros no acompañados, los MENAs, colectivo minúsculo en lo cuantitativo pero que adquiere una importancia cualitativa muy grande cuando hay una voluntad política expresa de señalarlo.
Aún así, la difusión de calumnias y de noticias falsas por amplias capas sociales no es resultado únicamente de la mala voluntad política de unos pocos y de la irresponsabilidad de muchos que quieren creerlas, sino también de los medios de comunicación profesionalizados, que en vez de cumplir con su deber de informar están convirtiéndose en cómplices al difundir noticias falsas sin contrastarlas mínimamente, con el daño terrible que hacen a medio plazo a su credibilidad, ya escasa desde hace tiempo.
Llegamos así a un primero de mayo en el que, como dice la canción, negras tormentas agitan el aire, y nubes oscuras nos impiden ver. Cuando los ERTEs pasen a EREs, y los EREs a despidos. Cuando venga una nueva contrarreforma laboral y se pretendan recortar derechos sociales, será más necesaria que nunca la defensa de los principios de libertad, igualdad y fraternidad. La libertad no es poder tomar una cerveza en un bar a las 11:00 de la noche si no se tienen ingresos para pagar esa cerveza, o una casa a la que volver cuando cierre el bar. La igualdad no es quitar impuestos tanto al que paga mucho porque mucho tiene como al que no paga nada porque nada tiene. La fraternidad no es fomentar organizaciones sindicales que junten a patronos y asalariados. Libertad es tener la independencia económica que nos permita tener un plan de vida. Igualdad es tener unos servicios públicos que garanticen la misma atención al conjunto de la población. Fraternidad es ser consciente de que la acción colectiva de los iguales es la herramienta para conseguirlo.
El año pasado la sociedad entera estaba encerrada en casa. Este, lentamente, vamos a ir recuperando la sociabilidad que se nos negó por motivos sanitarios. Falta hace. Para verse, para cuidarse, para hablar y debatir, para organizarse. Que no nos domine la desesperanza.
Hoy, más que nunca: libertad, igualdad, fraternidad