Las tenidas solsticiales siempre han sido asambleas especialmente extraordinarias para los Masones de todo el mundo. Sin embargo, la acontecida el pasado 18 de junio de 2022 al or:. de Gijón, tuvo, para todos nosotros, un mayor peso por su singularidad. Y es que, tal evento, cerraba las jornadas masónicas de la CILE en Asturias. Unas jornadas en las que los elemento profano y masónico estuvieron equilibrados, pues cada uno de los dos días se dedicaba a uno y otro mundo. De manera que el viernes 17, tal y como ya recogimos en un artículo anterior, se presentó la nueva Orden Masónica ante la sociedad asturiana y ya el sábado, tuvo lugar la primera tenida conjunta de las RR:. LL:. Llum i Verdad nº1 y El Trabayu nº2 y la posterior celebración ceremonial del solsticio de verano.

Como no podía ser de otro modo, dadas las circunstancias, la plancha leída durante los trabajos a propósito de la celebración, llevaba como título: La Logia, lugar de encuentro. La Logia, un lugar repleto de símbolos, en el que, si el Masón busca, encontrará. El simbolismo es parte activa del camino iniciático que comienza todo Aprendiz Francmasón.

En el transcurso de las líneas de este trabajo, el contenido se estructuró en torno a otro símbolo: el del árbol del conocimiento. En particular, el del conocimiento masónico. El árbol del conocimiento masónico tiene raíces muy profundas, en las cuales encontramos la memoria de la Masonería, en definitiva, lo cognitivo, que vitaliza todo el árbol.

Todo empieza con la germinación: una radícula tierna y minúscula rompe la semilla con su propia fuerza en la oscuridad de la tierra para después expandirse y recibir la primera luz. Los ideales de la Masonería son esas fuerzas, las fuerzas para llegar a tener raíces profundas, para hacer crecer un árbol del conocimiento tan valioso.

Desde los inicios de la Masonería Especulativa hasta ahora, los ideales de la Masonería no han cambiado: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Su injerencia ayudó durante siglos, no sólo a los Masones a nivel personal, sino también socialmente para combatir la desigualdad, la tiranía y el odio.

A este respecto, debemos hacer un ejercicio de fraternidad con otros movimientos que son, junto con la Masonería, hijos del Siglo de las Luces y sin los cuales, los antiguos regímenes no hubiesen podido ser derrocados. Sí, debemos hablar de regímenes en plural, puesto que estos no sólo regían el ámbito territorial o político, sino que interferían en los ámbitos cultural y del conocimiento científico y religioso.

Contra esos regímenes absolutistas siempre se situó la Francmasonería especulativa, desde el comienzo de su andadura en Inglaterra, cuando las sangrientas guerras de religión que asolaban Europa pusieron de manifiesto la necesidad de la tolerancia religiosa, así como la necesidad de separar iglesia y Estado, tal y como pregonaron John Locke y los Ilustrados. A pesar de la condena vaticana, la Francmasonería no es anticlerical, sino que en su seno encontramos una absoluta libertad de creencias y conciencia, ideas reflejadas en el pensamiento de autores como Montesquieu o Voltaire.

A menudo se referencia a la Masonería como parte activa en la Revolución Francesa. Y es indiscutible que el modo de trabajar en Logia se trasladó a una sociedad ya receptiva a los valores de Libertad, Igualdad y Fraternidad compartidos por revolucionarios y Masones gracias al movimiento ilustrado. Con dicho movimiento guarda la Francmasonería una sólida relación, uniendo ambos en el firme deseo de disipar las tinieblas mediante el uso de la razón. Por ejemplo, entre los autores de la Enciclopedia de Diderot figuran diecisiete Masones.

Al otro lado del Atlántico, si bien las grandes Logias sudamericanas no pretendían hacerse cargo de un proceso revolucionario, muchos hombres considerados “Padres de la Patria” como Benito Juárez, José Martí, San Martín o Simón Bolívar, eran Masones. De nuevo las Logias en donde se disertaba en igualdad y libertad, fueron punto de encuentro para el intercambio de ideas para el progreso social.

Interiorizar el principio de igualdad fue quizás lo que llevó a Concepción Arenal a defender los derechos de los reclusos, a otros a defender al proletariado (Logia Phipadelphos), a Francisco Ferrer i Guardia a fundar la Escuela Moderna poniendo así la educación al alcance de una capa de población para la cual semejante oportunidad había resultado impensable. Así nacieron los ateneos y las clases nocturnas.

Subiendo en la exploración de la anatomía de este árbol, encontramos en su tronco las Grandes Logias, Obediencias y Órdenes desde la primera: la Gran Logia de Inglaterra, hasta la última: que sepamos, nuestra recién nacida Confederación Internacional de Logias Escocesas. La CILE es joven, pero, para nosotros, representa la promesa de una Francmasonería que crea las verdaderas condiciones de emancipación de sus miembros hacia la construcción de un mundo mejor, en aplicación de sus principios de Libertad, Igualdad, Fraternidad y en total respeto hacia las opiniones y creencias personales de todos los hermanos.

Las Obediencias y Órdenes albergan Logias; las pasadas, las presentes y las futuras. La fraternidad no tiene límites ni fronteras; es una vivencia que se practica.

La parte más alta de nuestro árbol del conocimiento masónico son sus ramas; son las líneas de trabajo que tienen las Logias. De manera que éstas pueden ser Simbólicas, Sociales, Iniciáticas, Filosóficas, de Investigación, Temáticas, etc. Sin embargo, atendiendo a la diversidad de sus miembros es muy fácil encontrar ramas que concilien diferentes líneas y contengan eminentemente trabajos mixtos.

A ojos de un Aprendiz, toda la historia del árbol del conocimiento masónico es como un cuento. Las raíces llenas de sabiduría que nutren un tronco lleno de Órdenes, Obediencias y Logias y los frutos que se derraman socialmente. A la vez, el Aprendiz sabe que sus herramientas le son dadas para pulir su piedra; para trabajar en sí mismo y que al mismo tiempo, su individualidad desaparece en un espacio infinito compartido con todos sus hermanos.

Es nuestro deber como Francmasones que nuestra discreta sociedad haga una simbiosis real con la sociedad en la que todos participamos. Lo que la sociedad actual aporta a la Francmasonería es más visible que lo que la Francmasonería aporta a la sociedad. El estado del bienestar y las condiciones de libertades civiles que, entre otras cosas, permiten que nuestras reuniones tengan lugar, son dos ejemplos. Lamentablemente esta no es una realidad que se reproduzca a lo largo de todo el orbe. Es aquí que la Francmasonería debe, a través de sus trabajos aspirar al perfeccionamiento de cada uno de sus miembros, de manera que el trabajo tenga una repercusión real en el exterior. De no ser así, lo único que estaríamos haciendo en las tenidas es revolvernos en narcisismo y autocomplacencia.

En definitiva, la Logia es un centro de unión, es el lugar sagrado y simbólico donde desparecen las individualidades egoístas y se unen nuestras fuerzas y diferencias para contribuir en la edificación de un mundo mejor. Como dicta el ritual, dejamos nuestros metales a la puerta del templo y nuestras miradas se vuelvan hacia la Luz. Lindas palabras que, para ser reales, significan primero trabajar sobre nosotros mismos, puliendo la piedra, rectificando, cultivando el respeto y la tolerancia sin dejar de ser exigentes hacia nosotros mismos y hacia todos en cuanto a nuestras actitudes y acciones. El camino que hemos iniciado con la CILE es un camino que nos llena de ilusión y esperanza, con un sentimiento tal vez de ser pioneros. Al mismo tiempo que debemos ser conscientes de que el camino será largo y requiere el compromiso y el trabajo de todos los hermanos fundadores. Tenemos conjuntamente una enorme responsabilidad para sembrar, cosechar, crecer como árbol y fortalecer nuestros vínculos fraternales.