LA NOCHE MÁS LARGA

En esta noche en la que la las tinieblas han ganado a la luz del día, encuentra el Masón una alegoría a su dedicación como constructor especulativo. La dualidad en la naturaleza se hace más patente con este fenómeno solsticial que hoy festejamos, al final del cual un nuevo sol vencerá la oscuridad, por mucho que ésta haya logrado imponerse.

La eterna lucha entre el bien y el mal de nuestra cultura occidental, encuentra su paralelismo en la simbología y los mitos que perpetuamos en nuestros rituales, a través de la búsqueda del progreso frente al oscurantismo; batalla que se encuentra en los albores del nacimiento de nuestra institución.

El ciclo de la naturaleza, representado por los eventos de los solsticios de invierno y de verano, está también presente en otros aspectos, tales como el trabajo de la tierra, con sus fases de siembra, recolección y barbecho. Aquí, la vida y la muerte parecen desaparecer y convertirse en un perpetuo proceso de resurrección y transformación. A ojos del Masón, este hecho enciende su esperanza. La destrucción del ideal es un imposible. Descansa, reposa, se aletarga, pero nunca desaparece.

Hoy, celebramos uno de tantos rituales que tienen lugar en este momento del año en el que la luz flaquea. La ausencia de luz no es algo que deba ser temido. Cuando nos encontramos en oscuridad, cuando las tinieblas nos acechan, nos rodean y arrinconan presentándose ante nosotros de las formas más diversas: debilidad de espíritu, hostilidad de los otros, fanatismo social, recordemos que albergamos en nuestro interior la chispa que disipa las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. La luz del conocimiento no puede ser apagada.

En este día, posamos nuestras herramientas para abandonar temporalmente la obra, contemplar el trabajo hecho a lo largo del año que está por terminar y regresar tras el periodo de retiro necesario que vamos a iniciar.

A 21 de diciembre de 2023, en el día del solsticio de invierno, hemos dicho